Sale el viejo pescador tranquilo de su bohío, por el camino hacia el río le da gracias al Señor. Sabiendo que su Creador es el dueño del riachuelo, sin afán lanza el anzuelo a la serena corriente y espera pacientemente confiado mirando al cielo.
Típico del trovador, tendiendo sus aparejos, su amada lo oyó a lo lejos canturrear versos de amor. Se encomendó al creador, lanzó atarraya y nasa y cuando ya estuvo rasa su canasta de pescado, contento e ilusionado marchó de regreso a casa.
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