domingo, 10 de mayo de 2020

JERUSALÉN.




Estuve en Jerusalén.
hace más de dos mil años
visitando unos rebaños
que tenía en Belén.
Y me fue bastante bien
después de pasar revista,
ya casi en plan de turista
por allá en un ventorrillo,
a tomar caldo de grillo
me invitó Juan el Bautista.

Por veredas pedregosas
descendí a Cafarnaún,
y las gentes del común
se mostraron amistosas.
Hablé de distintas cosas,
con Judas y con Tomás.
No pude quedarme más,
tuve que partir de allí,
porque una noche salí
peleando con Barrabas.

Como única medida,
para no ser hombre muerto,
me refugié en el desierto
al no ver otra salida.
¡No había agua ni comida!
¡Lejos del último establo!
Del asunto poco hablo,
pero por mal o por bien,
les cuento que yo también
fui tentado por el diablo.

Discípulos primigenios
para más señas, judíos,
fueron muy amigos míos
hace más de dos milenios.
Yo estuve con los esenios
sobre el valle de Qumrán.
Y en las aguas del Jordán
cerca al Mar de Galilea,
(aunque nadie me lo crea):
fui bautizado por Juan.

De regreso a Galilea,
(con Barrabás ya en prisión)
escuché un bello sermón
en pura lengua aramea.
Se supo en toda Judea,
por el mundo es conocido.
Aprendí bien aprendido
lo que nunca se me olvida:
con la vara que yo mida,
con esa seré medido.



Autor Alejandrino Calvo Sanguino.


                                              


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