viernes, 5 de marzo de 2010

RATÓN




Debajo de un arbolito,
cerca de la carretera,
dentro de una ratonera
nació cierto ratoncito.
Su mamita y su papito,
doña rata y don ratón,
con mucha dedicación
lo cuidaban noche y día
y el bebecito crecía
sano, fuerte y juguetón.

Llega el tiempo de la escuela,
cuadernos y borradores,
lapicitos de colores
y un uniforme de tela.
Tareas, para la abuela,
regaños del profesor,
pero entre acierto y error,
con talante y con talento,
el ratoncito del cuento
llegará a ser doctor.

Al comenzar cada día
se amarra bien los zapatos,
para escapar de los gatos
que salen de cacería.
Un perro que es policía,
y patrulla en el sector,
ya le ha dicho que es mejor
que no ande desprevenido,
que debe ser precavido
si es que quiere ser mayor.

Ya en distintas ocasiones
la muerte ha visto cerquita,
como cierta mañanita,
que estaba de vacaciones
y con otros diez ratones
al campo iba de paseo,
cuando un gato grande y feo,
armado con escopeta,
con fusil y metralleta,
formó un fuerte tiroteo.

De infarto murió un grillo
se oían gritos de miedo,
pero el gato con su dedo,
más apretaba el gatillo.
Nuestro amigo ratoncillo,
pensaba, de esta no escapo,
cuando de repente un sapo,
bien soplado se metió
y tendido allí quedó,
por querer ganar de guapo.

Y celebrando su acierto,
el gato fue por la presa
pero ¡Vaya! ¡Qué sorpresa!
¡Qué dolor, qué desconcierto!
Porque el pobre sapo muerto,
parecía una uva pasa.
A correr se dieron traza,
los ratones del lugar.
En silencio y sin hablar,
regresaron a la casa.

Otro día una serpiente,
ocultando su apetito,
se acercó al ratoncito
con aire triste y doliente.
Hablando pausadamente,
con voz trémula le dijo:
soy un pobre lagartijo,
que perdió sus cuatro patas,
y vengo a ver si las ratas,
me dan amparo y cobijo.

Obviamente el ratoncito,
no sospechaba el engaño
ni esperaba ningún daño,
de tan tierno animalito.
Se acercó poco a poquito
con su mirada inocente,
pero al descubrir el diente,
criminal de la culebra,
se montó en una cebra
que dormía dulcemente.

Molesta y muy sorprendida,
al sentir el cosquilleo,
entre trote y corcoveo,
la cebra corre aturdida.
Después viene la caída,
del intrépido ratón,
y aunque sufrió un raspón,
contra el duro pavimento,
volvió a casa contento,
dando saltos de emoción.

Una feliz circunstancia,
como pocas en la vida,
hizo que en una salida
(de las tantas de su infancia),
encontrara en cierta estancia,
a un gracioso cachorrito.
Su pelo era suavecito,
los ojos eran grandotes,
tenía orejas, bigotes…
mejor dicho era un gatito.

Se miraron fijamente,
el felino se acercó
y el ratón lo saludó
con un gesto reverente.
La casa estaba sin gente,
nadie vino a molestar,
solos, pudieron hablar
hasta que les vino en gana
y seis veces por semana,
iban al mismo lugar.

Armaban la jugarreta,
propia de un ratón y un gato.
después de correr un rato,
de sudar la camiseta,
con queso, pan y galleta,
con leche por cantidad,
el lazo de su amistad,
se fue volviendo muy fuerte,
pero el dedo de la muerte,
lo rompió por la mitad.

En un día de neblina,
que el sol se quedó dormido,
su amiguito tan querido
se murió de tos felina.
Con alas de cartulina
y de blanco terciopelo,
en un apacible vuelo
convertida en angelito,
el alma del cachorrito,
se fue con Dios para el cielo.

Solo, ya sin el gatito,
el ratón sigue adelante.
sigue siendo un estudiante
y así muy poco a poquito,
un médico ya viejito,
lo convierte en cirujano.
Pronto trasplanta la mano,
la pierna y el corazón.
Aprende a la perfección,
las técnicas del anciano.

A su consultorio un día
le trajeron mal herido,
un gato viejo bandido,
que ya casi se moría.
El ratón lo conocía,
cazador de cazadores
que en épocas anteriores
le quiso quitar la vida,
pero convoca en seguida
a una junta de doctores.

Es un deber del galeno
salvar la vida al paciente,
muy independientemente
de si es malo o si es bueno.
En el ejercicio pleno,
de tan noble profesión,
no cuenta la filiación,
sexo, creencia ni raza,
la ética sobrepasa
toda discriminación.

A sala de cirugía
lo trasladó de inmediato,
pero el corazón del gato
ya ni siquiera latía.
La sangre ya no fluía,
faltaba respiración.
Para más complicación
halló trauma cerebral.
Todo se veía mal
en aquella operación

Tocaba hacer un trasplante
y entre más pronto mejor,
pero el problema mayor
era encontrar un donante.
Pronto vino un elefante,
un caballo, un león,
pero hecha la evaluación
no se pudo con ninguno,
pues para un pecho gatuno
era mucho corazón

Cuando ya todo indicaba
que se iba a morir el gato,
apareció un blanco pato
que con tristeza lloraba.
Y dijo que él le donaba
el corazón de su esposa,
una pata muy hermosa
que acababa de morir
y tardó más en decir,
que efectuarse la cosa.

Pasa ocho días y un rato
en cuidados intensivos
y en el mundo de los vivos
se vuelve a contar el gato.
Abrazado con el pato
abandona el hospital,
deja de ser criminal
y de matar ratoncitos,
hoy cuida cinco patitos
con cariño maternal.

Una ratita enfermera,
asistente del doctor,
sufre un ataque de amor
una mañana cualquiera
y ¡Vaya! ¡Quien lo creyera!
Aunque usted piense que no,
como ninguno inventó
contra el amor la vacuna
sin resistencia ninguna
el doctor se contagió

Y para poder curar
tan dulce padecimiento,
solo había un tratamiento
que debían aplicar.
Fue así como en el altar
de la vieja catedral
Sonó la marcha nupcial
y gracias a san ratonio,
terminó en matrimonio
aquel amor sin igual.

Todo es paz y armonía
viven tiempos muy bonitos,
ya tienen dos ratoncitos
y esperan más todavía.
Deseándoles muy buen día
aquí me despido yo.
Si alguno no me entendió
debe oír con más cuidado
y colorín clorado:
este cuento se acabó.


Autor Alejandrino Calvo Sanguino.
(Aquiles Márquez Madera)

2 comentarios:

  1. Me encanto la historia que bonito es perdonar para liberar nuestro corazón.
    Y dar la oportunidad de quien hace tanto daño pueda cambiar para vivir un mundo.

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  2. Esa debe ser la actitud. Muchas gracias por su valioso comentario.

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